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Sapa inca (del quechua: Sapan Inka)[1] o simplemente Inca (del quechua: inqa o inka, ‘inca’) fue el soberano del Imperio incaico, cuyo dominio se extendió inicialmente al curacazgo del Cuzco y luego al Tahuantinsuyo, entidad política que existió en el occidente de América del Sur desde el siglo xiii hasta el siglo xvi. También era usado el término Cápac inca (del quechua clásico: Khapaq Inka, ‘el poderoso Inca[2][3]’).
El primer sinchi cusqueño en utilizar el título de sapa Inca fue Inca Roca, fundador de la dinastía Hanan Cuzco. El último inca en gobernar de manera independiente fue Atahualpa. Tras la conquista española se siguió nombrando incas titulares durante un breve tiempo. Y posteriormente, el título fue empleado por los jefes de la resistencia contra los españoles, como Manco Inca o Túpac Amaru I, quienes son conocidos como Incas de Vilcabamba.
El centro del imperio, y residencia de los incas, se encontraba en Cuzco. Los miembros de la sociedad incaica consideraban que sus gobernantes eran descendientes y sucesores de Manco Cápac, el fundador mitológico y héroe cultural que (según el punto de vista incaico) introdujo la vida civilizada en los Andes, y en quien apoyaba su legitimidad el régimen político incaico.[4] De acuerdo con los cronistas de Indias y los testimonios de algunos conquistadores españoles como Francisco Pizarro, el poder del Inca era absoluto; por ello era poseedor no solo de las tierras del Tahuantinsuyo, sino de todo aquello que se encontraba dentro de sus límites, incluyendo las vidas de sus súbditos. Tras aproximadamente un siglo de existencia, el Tahuantinsuyo inició su desaparición con la llegada de los europeos.